miércoles, 18 de junio de 2008

Laif dayiari part ileven

"El que meta su mano en la jarra me traicionará". Con urgidez mire a los que me rodeaban. Uno metió su dedo en la nariz, otro metió su mano en el pantalón para rascarse (el único que tiene pantalones porque todavía no existen) y ese de la derecha se metió un golazo de media cancha el otro día, pero se lo anularon porque ganarle al hijo de Dios es pecado. La cosa es que no encontré al de la mano en la jarra. Después de que saqué mi mano de la jarra, caché que tenía la mano en la jarra (era cierto eso de la paja en el ojo de uno y la otra cosa en el del otro). Clarividente el tipo, entretenido juego.


Nadie se dio cuenta, así que en fracción de segundo miré para el lado y ahí estaba este gil que es tan amigo de él. Me acerqué y le dije al oído que se me había caído un diente en su jarra y si me lo podía pasar (bastante creíble en esta época porque no hay dentistas, los únicos que torturan son los romanos). Y ahí la hice de oro: metió la mano en la cuestión y al tirante lo apunté con el dedo y grité "¡¡¡Cáchense, cáchense, terrible de traidor del hijo de Dios!!!" así, con voz de flaite porque tener plata también es pecado.

Y me resultó ese truco que es más viejo que los subtítulos amarillos.