jueves, 3 de junio de 2010

Primera parte de un Cuentin Tarantino.

“Hoy me enamoro”. Así despertó ese día nuestro nada de gentil protagonista. Con esa idea poco creativa. Hay gente que se despierta pensando en que no se quiere despertar, o gente que se despierta pensando en que quiere comer queso, como yo. Pero no, nuestro protagonista (que es mi protagonista, pero lo comparto de puro valor universalista que tengo) se despertó ese día con la idea de que se enamora. Y yo no soy quién para juzgarlo, porque mal que mal yo lo inventé, y decirle a mi protagonista que es un pelmazo (sobre todo inventándolo tan recientemente), es cruel, ¿no?



Se paró de la cama y revisó su agenda. No tenía agenda, pero se escribía en las manos las cosas para hacer al otro día. Se prometía todos los días que iba a dejar de escribir en sus manos y que efectivmente iba a comprase una agenda, pero siempre se lo prometía escribiéndoselo en las manos, así que se le olvidaba. Nuestro protagonista, como vemos, tiene pésima memoria y poco enfoque de Gerente General. Jamás iba a dirigir una gran empresa, pero opciones tiene en el gobierno (perdón Presidente, sea quien sea usted en este momento).



Como casi siempre (bueno, como siempre), no tenía nada interesante que hacer. Lamentable, porque era domingo y los domingos a todo el mundo le gusta tener algo que hacer el domingo. La última vez que no tuvo nada que hacer, nuestro protagonista trató de suicidarse tomándose el agua de la tina del domingo pasado. Guardaba el agua de la tina, no por tacaño ni para hacer de él mismo un personaje más interesante para ser escrito: lo hacía porque era rarísimo, una persona de esas que uno mira en la calle y no parece especialmente raro, pero que en el fondo es una persona extraña. Así como usted que está leyendo esto, pero no le digo a nadie, no se preocupe…



…o tal vez sí.



Y entonces se sentó en la cama esperando que alguien lo llamara. Pero no lo llamaron. Esperaba que sonara el teléfono y el teléfono no sonaba. Esperaba que golpearan la puerta, pero no la puerta no la golpeaban. Esperaba que le gritaran de debajo de su ventana, pero de abajo de su ventana no le gritaban. Esperaba recordar cómo respirar, pero cómo respirar no lo recordaba.

 

Una vez que lo recordó y recuperó la conciencia (y perdió 146 neuronas de esas que sí sirven), decidió que mejor que esperar sentado en la cama y correr el riesgo de perder la vida (no “perder EN la vida”, eso lo había logrado hace rato) era hacer algo. “Haré algo” dijo, de manera sumamente predecible y hablando solo, conducta que usualmente asusta a la gente. Aunque si uno habla solo, es ilógico que haya alguien más, entonces nadie se asusta, obvio. En este caso no había nadie, nadie se asustó y nuestro protagonista se puso de pie.

lunes, 5 de abril de 2010

Señora de las cuatro décadas (en el desierto)

Lo vimos bajar así como a las cuatro. O a las cinco. Quizás a las seis. Ok, entre las 1 y la 8, tal vez a las 10. La cosa es que bajó y eso ya es bastante bueno, porque estar ahí arriba tanto rato y cualquiera se vuelve loco, en seriotes.

Pero se volvió loco igual. O sea, estaba bien cuchufleto desde antes el M. (así lo llamábamos para acortarle el nombre, suena cool y, la verdad, nadie sabía cómo se llamaba). Bajó como a esa hora que no recuerdo del todo, pero que me servía para empezar a contar la historia, y todos nos regocijamos al verlo. Jamás he sabido qué significa “regocijarse” pero lo usaré tanto en este libro que planeo escribir después de este (con tono más formal, claro) que la uso y todo bien.

Cuando llegó abajo yo estaba con la Ruth y el Jacob tomándonos su cosita loca. No, nos estábamos tomando la cosita loca de Jacob, porque eso no tiene sentido y, de tenerlo, es súper mal pensado, enfermo(a). Habíamos estado caleta de días ahí en la arena sin cachar bien qué onda con el M, así que como estábamos terrible de aburridos, hicimos un falso ídolo. Tú cachai, hay gente que juega play station, otros que leen y los que cocinan. Nosotros creamos falsos dioses y los veneramos, sacrificando gallinas, vírgenes y profesores de física (porque las gallinas después las comemos, las vírgenes ya perdieron su oportunidad y los profes de física… bueno, son profesores de física, qué más decir).

Y métale todo el mundo bailando pachanga con sitara y venerando falsos dioses, y llega el M. Fue como cuando llegan los pacos. O el papá. O el paco papá, o el papá del paco. O el “papaco” (nuevo concepto acuñado especialmente para ustedes, adolescentes del mundo).

“Uuuuuh” generalizado y todos silvando y mirando para otro lado, porque a nadie le gusta que lo pillen en “eso” (adorando falsos dioses, mentes de alcantarilla). Entonces el M nos miró con cara de asco y repudio (o amor y piedad, no recuerdo bien, pero en esa gama de caras representativas de emoción) y nos dijo a todos “¡Escuchad!”, así como español, porque se creía traducción de Charlton Heston. Y escuchamos, obvio, porque cuando te gritan “¡escuchad!” uno se calla y escucha. No sé bien por qué. Conductismo, supongo.

Y ahí empezó a quedar la grandota. La Ruth con el Jacob trataron de pasar piola nuestro falso ídolo tapándolo con la alfombra, pero igual se notaba un poco.

Pero el M no lo pescó. Nos miró con esa cara bizarra y ¡za ca tá! Que se pone a lanzar comentarios freakis. Que el Señor no sé qué, que le habló no sé dónde. No tengo claro a qué señor se refiere ni cómo este señor le habla y le dice cosas en la montaña. Yo quería echar la talla onda “casha, casha, el profeto trajo un ‘secreto de la montaña’, ¿eh, eh?”, pero claramente no era el momento.

Hasta ese momento la cosa era casi normal, considerando que en esta época pasan cosas raras y que vamos a estar 40 años dando vueltas por el desierto (pero no le digan a nadie, porque es sorpresa), pero después ya daba susto porque se puso a decirnos caleta de cuestiones que no podemos hacer.



EN EL PRÓXIMO POST: LAS PROHIBICIONES…UUUUUUH….

martes, 2 de febrero de 2010

Otros más caleta de hartos recuerdos de los viajes.

La Tierra da muchas vueltas (una al día, según he escuchado), y uno no se da cuenta cuando ya está escribiendo un Diario de vida bien tonto y súper seguido...



Tampoco se da cuenta cuando está escuchando Elton John y piensa "Mira, realmente no es tan malo como yo creía". En momento como ese, en un episodio psicótico de ese nivel, uno está frente a lo que se puede llamar "extrañar". Y no es ni la chicha (vamos, creo que he tomado dos veces en mi vida), ni la empanada de pino, ni la cordillera lo que se extraña. Se echa de menos a la gente, a uds (a los que son gente, claro...).



En fin. Me he dado cuenta de dos cosas en esta semana, y les pondré un nombre que pueda ser lo suficientemente autoexplicativo para no gastarles los ojos.



1.- Las latas de bebida acá son más pesadas: En efecto, uno cree que le queda y empieza a chupetear y aspirar el pedazo de aluminio hasta que cae en terrible de insight y se da cuenta de que no es que quede más elixir de la felicidad absoluta, sino que simplemente te engañan en la Coca Cola haciéndote creer que hay más. ¿Digno de demanda? Totalemente, pero ni ahí con "sacar la tapida premiada" de la sacada de cresta por parte de asesinos bien entrenados de tamaña Transnacional.



2.- Chile no tiene nada propio: En serio, pónganse a pensar...estoy seguro de que si buscamos bien buscado, el Feña González en realidad es Indio y Marcelo Salas efectivamente era griego (bueno, la última no sé). el otro día nos juntamos a tomar (NO SOY UN ALCOHOLICO) y salió la idea de que cada uno cocinará en una próxima oportunidad algo de su país. Y saltaron los argentinos con el mate, los peruanos con el ají de gallina, los mexicanos con los tacos, los uruguayos con...eeeh...la comida típica de Uruguay, obvio...y Chile? Ahí estaba yo, con los ojos de toda nuestra own personal OEA mirándome, exigiéndome un plato típico. ¿Qué se hace ante la presión? Pues lo obvio: les digo que si no paran de exigirme, vamos y les robamos lo que nos queda de Peru y Bolivia y que se dejen de joder. ¿Agresivo? Obvio, era eso o decir que nuestra identidad nacional es más fome que acuario de almejas.





En fin, dos entretenidos descubrimientos.



Me incribí finalmente en la piscina y descubrí una serie de mitos respecto al ejercicio.



a) No, uno no se siente full metal power después de hacerse cuernos nadando. Uno queda cansado, CANSADO y pidiendo un revólver para que se acabe el sufrimiento.

b) No, uno no se acostumbra al dolor al otro día, ni éste tampoco se quita. Duele para siempre, como pequeñas dagas de odio en el alma que sólo podrían acabar con la amputación de diferentes y amplias partes del propio cuerpo.

c) No, los viejos no tienen mal estado físico. Yo llegué el primer día a la piscina, entrajedebañadísimo, con gorra ad hoc, lentes de tienda china, hundiendo la guata como todo un Mitch Buckanon o como se escriba, miré la pileta en cuestión, la desfié a un duelo, salté, nadé cincuenta metros y llegué rogando por un electro-shock porque tenía el pancreas donde debiese estar el corazón, y éste último en algún lugar entre mi garganta y mis orejas. Y por mientras dale la señora esa de 42 mil años que pasaba para allá y para acá, mirándome con cara de asco y agrandamiento de aquel que sí puede mover los brazos después de nadar 50 metros. Al cabo que me da lo mismo, la juventud es un divino tesoro y eso lo dicen por algo, señora!



Las clases? Bueno, lo mismo que antes, salvo que nuevo. Eso sí que ahora es más entretenido porque ya me solté y tiro tallas en clases. Para no salir del patrón, siguen siendo chistes muy fomes, muy en doble sentido y con muy poca reacción de parte de los oyentes. Vale decir, nadie se ríe. Pero ya me acostumbré a eso, soy un fome internacional y eso lo pueden decir muy pocos.



Y sobre eso de echar de menos, parece que es como un sentir más constante pero poco potente. Hasta el momento no me he acercado ningún tipo de arma blanca con ajo a la garganta, así que supongo que tan terrible no debe ser.



Factos rápidos:

I) Sigo quedando pelado.

II) El naranjo sigue quedándome muy mal.

III) Sigo mirando con cara de enojado cuando no entiendo algo en clases y asintiendo con la cabeza cuando me preguntan "¿Entendiste?"

IV) Sigo creyendo que el Sol en este hemisferio sale por el Oeste.



Bueno, no muy informativo, pero jamás lo he sido. Un abrazo y ya saben que me dicen y los saco de la lista. Claro que después no les hablo más en la vida, así qeu escojan.