lunes, 7 de abril de 2008

Diario de vida Parte IV

Día 4


Estoy perdiendo protagonismo. Hoy entramos a la ciudad esa que no me acuerdo cómo se llamaba. Esa poh, la ciudad santa de todo el mundo. Los muy giles decidieron todos que querían una ciudad santa y decidieron también que iba a ser la misma. Entonces resulta que la ciudad es ultra santa. La verdad es que no es la gran cosa: es como San Pedro de Atacama con un par de gringos menos y un poco más barata. Harto más barata. Yo digo que se eviten problemas y decidan que New York es ciudad santa. Total, si quieren que sea una ciudad santa, o al menos buena, es cosa de sacarle los gringos y listo.



En fin, entramos en la Súper Ciudad esta y ahí adelante iban juntitos los dos, el que seguimos porque la tele está fome y el otro que es su apadrinado. No quiero decir mucho, pero entre las dos J les falta poquito para las dos C. Y no quiero decir mucho más, pero estamos constantemente juntándonos con tipos súper guerrilla y este otro la sigue vendiendo con que la paz, que él va a estar poco y los pobres mucho. ¿Entonces para qué preocuparse?


Al grano. Íbamos entonces re contentos caminando por ahí a punto de entrar en la ciudad y al gallo se le ocurre mejor idea que entrar en un burro. ¡En un burro! Yo le dije que mejor entrar a caballo, que le daba más estilo, que le iban a decir “burrero” y que el animal ese se presta para demasiados chistes. Le conté cuarenta y tres de esos chistes y me respondió una de esas parábolas que son TAN obvias que mejor que en vez de decirme que un samaritano y no sé quién más, sólo me dijera “ayuda a las personas” y tiene la misma llegada.


Volviendo a lo de su amigo especial, la verdad ya me tiene un poco cansado el tema. Tengo que pensar alguna forma de ser yo su mejor amigo y así poder ganarme algún Evangelio según San Yo. Y así cuando los españoles lleguen a América le ponen mi nombre a una ciudad y me hago feriado para que me recuerden con cariño.

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